La primera cámara instantánea apareció en el mercado en 1954 y fue una auténtica revolución. De hecho, la alta demanda hizo que fueran las preferidas de los usuarios durante las décadas siguientes. Sin embargo, la irrupción de las cámaras digitales, que permitían almacenar miles de imágenes en sus memorias y guardarlas después en un ordenador, hizo que acabaran cayendo en el ostracismo.
Sin embargo, si algo es útil, acaba reinventándose y volviendo a estar de moda. Prueba de ello es que, desde hace 10-15 años, las cámaras instantáneas se popularizaron de nuevo. Al fin y al cabo, son muy diferentes a las cámaras réflex y las únicas que nos brindan la posibilidad de plasmar en papel las imágenes capturadas en el preciso instante en el que se capturan.